31.10.07

Francis Bacon - El Ojo Táctil

Introducción
Francis Bacon (1909 - 1992) es una presencia protagónica ineludible de la pintura posterior a la Segunda Guerra Mundial, cuando el desmontaje crítico y material del Arte, por parte de las vanguardias alcanza el agotamiento erosionadas por su propia aceleración.
El termino presencia resulta particularmente adecuado porque la originalidad de su obra no es asimilable sino antagónica a todos los discursos estéticos de fines del siglo XX.
Bacon no pertenece a ningún movimiento ni crea una escuela. Trabaja con materiales y temas “tradicionales”:pinceles, óleo sobre lienzo, retratos, desnudos, en suma, se compromete con todas las convenciones de la “tela sobre caballete”.
En los últimos cien años han existido muy pocos artistas tan dotados de un talento pictórico de dimensiones que llegan a resultar irritantes, contrapuestas a la actitud hegemónica de la imagen neutra, conceptual del Arte de los últimos cincuenta años que, a pesar de sus actitudes revulsivas, permanece siempre dentro del discurso de la metafísica de la representación propia de la cultura occidental.
Todas las vanguardias contemporáneas no han sido ni son otra cosa que situaciones extremas del movimiento dialéctico de ese discurso metafísico imperante: el Arte como representación de una Idea Trascendental a la que la imagen refiere.
Para la Crítica de Arte la localización estilística de Bacon es sumamente dificultosa.
Con gran esfuerzo se le hace un lugar en un punto incierto de pasaje entre la escuela inglesa de la “Pintura Sucia” que profesaban Leon Kossof y Frank Auerbach y el Arte Informal, en un punto de una línea tangencial a Pollock y Dubuffet pero divergente de Balthus.
Menos prolijos, otros críticos, basándose en el tema omnipresente de su obra, la figura humana pintada con trazos desgarrados, lo archivan directamente en el expresionismo figurativo, utilizando la misma taxonomía obtusa que clasifica a Rembrandt o Velázquez como pintores barrocos, a Miguel Angel como manierista o a Turner dentro del “paisajismo” inglés. (Artistas con los que Bacon está profundamente vinculado.)

Así como se lo ubica estilísticamente en un lugar inexistente, se busca lo esencial de la pintura de Bacon donde no está, o sea, en la representación angustiosa de la figura humana.
Sin embargo, aunque la revelación medular de su pintura acontezca en un estrato más profundo, los tópicos de su imaginario se imponen de un modo que resulta insoslayable.
Francis Bacon instala su obra una imagen obsesiva del cuerpo humano.
Esta imagen, si es considerada, en un primer momento, como representación del cuerpo trae a la presencia varios puntos de ruptura:
- El cuerpo ya no es percibido como el lugar, el refugio, que asegura la idea del yo, sino, por el contrario, el dominio donde el yo se extraña e, incluso, se pierde.
- El control sobre el propio cuerpo es ilusorio, el hombre basa su existencia en una residencia que le es desconocida.
- Se ponen en duda la identidad y los valores configuradores del hombre. El cuerpo es destruido y reconstruido sin una idea de su forma .
Bacon representa al cuerpo como un objeto mutilado que regresa a la animalidad, que se anuda hasta la asfixia, una informidad sin género obsesionada por su proximidad a la muerte y su semejanza al cadáver que se corrompe y desaparece.
Busca realizar una anatomía de la destrucción de lo humano, atrapar la intensidad de esos momentos de dolor y éxtasis que resultan experiencias de la desaparición física, del sentimiento del cadáver.
La muerte invade las telas de Bacon, el cuerpo se desfigura, se pudre, desborda la figura de lo orgánico y se disemina en los despojos. La figura se dispersa en la corrupción.
El cadáver es el punto culminante de la abyección. La muerte infecta la vida.
La carne, sin reconocerse, se devora a sí misma.

Al igual que el pensamiento posmoderno, Bacon no expresa una ética de proposiciones y, mucho menos, un conjunto de denuncias.
Sin embargo, su obra permite advertir las condiciones de aparición de la corporalidad las demandas del cuerpo.
El artista opera con manchas, borrados y frotados sobre una materia pictórica densa.
Mediante este léxico gutural puede expresar los momentos, los movimientos más intensos de la conciencia encarnada: los amantes en la cama, los luchadores revolcados en la arena....
La observación abismal de fotografías de animales le reveló a Bacon la gramática carnal del instinto humano y pretende captar ese instinto, el del hombre sin humanidad, el animal humano.
La desnudez de los desnudos no es la mera ausencia de Bacon , es el desnudarse (despojarse) de la humanidad; el espanto y el miedo que tiene el hombre de su cuerpo.
Bacon basa su producción artística en la obsesiva representación del cuerpo humano como animalidad.
Representa icónicamente el cuerpo como un objeto mutilado precipitado en su animalidad donde donde el yo racional se disgrega y desaparece.
Spinoza afirmaba que nadie sabe lo que puede ser un cuerpo. Bacon lo sabe y revela que lo esencial en el hombre es su corporalidad. El cuerpo es el único Ecce homo, evidente, patético y concreto.
Durante más de medio siglo, Francis Bacon creó una serie de cuerpos crucificados, contorsionados, mutilados, deformes, con rostros en los cuales la identidad de la conciencia ha desaparecido, criaturas que copulan, defecan, vomitan, eyaculan, sangran, y se disgregan.
El cuerpo, desculturalizado se hace carne, se desacraliza, se presenta como espasmo, sin forma, belleza ni armonía, amenazado por su propia indefinición, por la dispersión de su identidad.
Un cuerpo que se descompone, que escapa por el pozo vacío de una boca que grita, que se vacía, se derrama en sus fluidos, se dilata, se mezcla con otros cuerpos, se desconoce en su reflejo.
Frente a la concepción de un cuerpo idealizado, Bacon configura, o desfigura, la materialidad de la carne cuya viscosidad y crudeza de color descubre la animalidad del ser humano.
Bacon disecciona el cuerpo como un cirujano, para extirpar su humanidad.
Esta cirugía deshace el rostro para que se vea la cabeza.
El hombre encarnado en su animal gemelo que roe el hueso que sostiene a la carne.
Crea una imagen fisiológica, marcada por lo más abyecto del ser humano, la profunda agresividad y violencia hacia el propio cuerpo y el de los otros.
Lo abyecto se revela en esos estados de fragilidad en que el hombre desaparece en los territorios de la animalidad.
La animalidad esta impresa en la carne sórdida y, también, en los cuerpos desgarrados, inacabados y descompuestos que Bacon pinta. Sus figuras describen el aspecto larvario del individuo entre lo informe a lo abyecto.
El hombre deviene un animal solitario que copula con otro animal que es su propio cuerpo.






Lo que Bacon intenta capturar es al sujeto, sus esfuerzos por conocerse y llegar a definirse en una imagen que se disemina y dispersa como una superficie de reflexión donde se inscribe el doble, el Otro.
Las parejas presentes en sus pinturas, copulando o luchando son 'dos figuras' que, a pesar de estar tan próximas están completamente solas, anudadas, entrelazadas, y a la vez separadas por un abismo.
En esta imagen angustiosa la cultura contemporánea ve reflejado su conflicto más profundo.
Las prácticas discursivas de una época que admiten y postulan un cierto modo de pensamiento, acción o percepción, provienen primariamente de su imaginario del cuerpo, y el cuerpo no termina en el cuerpo visible, es también un cuerpo textual, significativo y un cuerpo-pantalla reflectante, un espejo cóncavo donde se refleja su Otro.

El sujeto siempre ha sido considerado por la tradición filosófica como un proceso de inmanencia.
Esta inmanencia es problematizada a partir de el estructuralismo que determinó al sujeto como una "borradura", un "no-lugar" donde confluían una serie de fuerzas configuradoras anónimas.
A pesar de esta atribución difusa occidente se caracteriza por ubicar al sujeto en el lugar de una autoconciencia reflexiva, la mente o el alma.
No obstante, es la sensibilidad concreta del cuerpo la que permite una relación primaria con el otro.
No hay sujeto sin condición encarnada. no puede existir sujeto sin cuerpo, porque el sujeto es lo que se encuentra sujetado por un cuerpo.

El Yo es el supuesto metodológico fundamentante de la filosofía moderna a partir de Descartes y en las filosofías contemporáneas a través de la fenomenología. Este concepto hace posible una determinada relación inteligible entre el sujeto y el mundo. Es condición necesaria para la generación del discurso de la modernidad: el discurso de la relación con el Otro.
Una de las cuestiones fundamentales en el contexto pos- moderno y que se presenta como un producto del mismo, es la noción de la fragmentación del sujeto, la fragmentación del Yo, de la identidad.
Notablemente, la mencionada concepción contemporánea del sujeto como “borradura” remite al procedimento pictórico más elemental que Bacon aplica a sus figuras.

1 comentario:

Nelu and Pittu dijo...

he estado buscando bastante informacion sobre este pintor. bacon realmente es un muy buen pinntor, me hizo analizar hartas cosas sobre la existencia del hombre, ke son preguntas frecuentes de todos.
me gusto todo lo ke escribiste, fue justamente lo ke necesitaba leer sobre este pintor. muchas gracias jajajajaja. cuidate. chaoooo