31.10.07

La Peste Argentina I

Nunca nadie sino es otro
sabrá nada de esto.
No se puede empezar algo que ya está empezado en otra parte,
en otro lugar donde no empieza.
Esto que se lee es una fotografía
escrita en la luz,
y lo escrito es imposible de decir, imposible recordar
o inferir lógicamente.
Es un fenómeno óptico
que funciona como oráculo.

Un territorio sin olor la letra
es una forma donde no se deposita el sentido
sino la mano,
que pasa y avanza sin levantarse del papel
y engendra la escritura
la fuerza del músculo que liga lo presente a lo futuro,
que al incrementar la presión sobre el eje vertical
provoca un desplazamiento horizontal,
la trayectoria de la mano en el tiempo,
expresada como velocidad
de un movimiento curvilíneo uniformemente acelerado
a través del cual
lo que ya se escribió retorna sobre lo escrito
y activa el circuito autoexcitable que funciona como memoria,
por la que habla y nada dice porque nada hace,
la mano doble que se lee en lo escrito
saquea lo visible,
es decir,
arrebata sin acepción de uso y define
una propiedad estable a partir de una función efímera.

“Hágase la luz” y había palabra
anterior a la vista,
y la luz se hizo



y “Hágase la luz” en la luz fue escrito,
para otro,
que es otro porque lee el nombre propio como adjetivo,
en presente inactual denomina
lo ausente como ausente,
por omisión monologa,
la potencia dilapidada en el acto,
el filamento de tungsteno incandescente que, resistiendo la electricidad,
ilumina.
Así ve el ojo en su silencio a otro ojo leyendo
como resulta la palabra de oír el tacto que hay en la boca,
un valor inversamente proporcional al uso de lo mismo
que ninguna semejanza enuncia
y se clausura en la convergencia
del punto de fuga con el punto de vista,
el ojo siempre encendido
como un radar en una habitación vacía
que sigue emitiendo imágenes para nadie,
sin poder hacer adentro del afuera,
obrando en la impotencia de que la obra no manifieste un poder;
Como quien al caer no siente su propio peso,
como la luz que al propagarse genera espacio,
el ojo ve
lo que dice.



Si ante la lectura de un cartel donde esta escrito:
“ Cuidado con el...”
de pronto apareciera una bestia furiosa ladrando,
no se toma al terror resultante por una palabra
que debe leerse “perro”.

Levitando sin cuerpo este tatuaje,
escribo porque olvido,
como en el sueño
en la letra
como en la muerte
se está solo
y no se puede hacer nada con tan poco sin hacer
de nada
un exceso.
El que esté libre de mano, que tire la piedra.
En la piedra sin la mano se lee la imposibilidad
de escribir por no tener una conciencia
estando solo,
sino valiéndose del vértigo
de la repugnancia,
bajo la forma de una acumulación
que inscribe el nombre de una llaga
más repugnante que la llaga misma,



y a mayor asco, más sujeto,
sujeto en el medio está el borde,
sujeto en el centro está el limite.
Uno es otro, otro, muchos, muchos uno.
Midiendo el tiempo en milímetros
parece que no doliera
abrir una caja de música
que no duele
comerse al niño que fue.

( Duerme serenamente y no quisiera ser él cuando despierte. )

Lo imposible es lo que recuerdo,
ahora,
que estoy seguro de que nunca iré a Tandil,
recuerdo
que en una habitación de la calle Lavalle, sobre la panadería,
me esperan.

Allí alguien me llama día y noche
por llamar,
sin otra esperanza que el azar,
como cuando se tira de los hilos de un nudo enredado.

Para mi,
las cosas,
están de día.
De noche se van y algunas no regresan.
Nadie las robó, se fueron.
Perdieron el rastro que en ellas me nombraba.
Me dejaron a mí, que era todas sus pertenencias.
No se perdió el reloj,
de espaldas, yo me he perdido y soy su escombro.
Todo aquello que no está y estaba y está ahí,
en esa fotografía que miran las estrellas.

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