31.10.07

La Peste Argentina II

Llegó la peste y tenía otro nombre
( inverso a la sangre su reverso )
En el surco abierto en la noche por el ladrido de los perros
dejaba su semilla,
ni original ni derivada,
como el metro de cada metro contagia
por similitud, por contigüidad,
de boca a boca de mano en mano,
quedó inmóvil el mundo
y hedía
a través de los hilos telefónicos.

El pez demente despierta a los otros peces gritando:
“¡ Oigan el ruido del agua.! “
Los peces cuerdos no saben que es el agua.

Porque el mal solo es el mal visible,
los cuerpos se transparentan
y lo que está debajo, está después.




Llegó la peste de lejos de otro lado,
y nosotros no estábamos acá, fuimos traídos.
( Este es tu país pero no es tu suelo, no es tu tierra,
ausente
en el hueco donde se cavan las tumbas.)
Prosperó un mal para el que no había nombre.
Pero igual que Dios, solo existía en el lenguaje,

Hay peste
cuando el signo = implica un incremento
y el dinero engendra dinero
por generación asexuada.

un virus filtrable que convertía la memoria de todos
en el olvido de nadie,
y apestaba,
eso que no había y fracasaba de su amnesia
por la interrogación el medio de contagio
entre quienes buscaban la salida
abriendo en el muro esa puerta por donde entraban.


No hay tiempo, ni ganado ni perdido, del que se pueda decir ahora
porque no hay moneda incorruptible

La muerte nos daba la sombra,
se enredaba en la calle un odio delgado como un cabello
y desconfiábamos
unos de otros
porque no se sabía de quien era la moneda
que pasaba por nuestras manos.

Es hambre la distancia entre el hombre y el pan
que no gana con el sudor sino con la moneda.

Quedo trazada, bajo los sueños, una cruz de sal,
con los cuatro vientos de los cuatro horizontes
dibujada
una estrella de cinco puntas,
la estrella de cinco dedos de la desgracia,
el cinco
que diferencia el cuadrado de la cruz
por el punto de intersección
de la tachadura
donde todo es devorado.


10 panes = 2 peces = a la hierba que hace dormir = a una mosca cabeza abajo en el techo = a un hombre cabeza arriba en el suelo = a una fuerza =
a dos resistencias = 3 ojos = 100 gramos de sal = a un amuleto contra todo
veneno = 2 tercios de agua = 1 tercio de sangre = 5 cuchillos = a una piedra imantada.


La producción gramatical de la equivalencia por el dinero.
La ficción que escribe, en la igualdad , la semejanza sin identidad,
la equivalencia que solo existe en otro como ganancia,
lo que en lo mismo difiere como renta o interés
irreales,
porque en el mundo no encuentra resistencia.
Estaba la peste y sabía, cultivar esta tierra como un jardín inverso,
clavando hondo, enterrando al árbol
hasta que el mundo cayera entero como un fruto.
Por fiebre destilaba y evaporaba lo improbable,
poniendo al hombre en el lugar apetecible del pan,
y donde hubo hombre un agujero
que era la huella cóncava de otro vacío.

Toda la noche velamos junto a los muertos
despiertos en la luz
junto a los cuerpos que crecían a medida que perdían peso,
con los oídos sordos por el tambor de la putrefacción
solo audible a la vista


Ciegos al olor
ahuyentando las ratas
sin saber quien se reía en nuestras risas ventrílocuas.
Toda la noche encendiendo hogueras
para que no se contaminen las fuentes de agua,
sin tiempo para dormir
sin lugar para despertar.
Nada se sabe de la peste,
hay que punzar para pensar, para drenar
el agua del cráneo;
la observación que provoca la contaminación de la degeneración
de las membranas en sangre,
del pulmón en hueso,
del hígado en grasa,
de la piel en boca.

Creímos lo dicho y entregamos tiempo
sin saber
que dábamos crédito.

El sismógrafo es inútil para localizar lo invisible entre dos cuerpos
que no es distancia, ni línea,
sino un volumen
mayor que el volumen de los cuerpos mismos,


la hipertrofia de lo local en infinito,
la devaluación y la inflación
en donde lo abundante se deprecia
y aumentando disminuye
hasta ser nada
la medida del hombre que es el hombre
no vale su peso ni en sal ni en oro
y solo se aprecia
acuñado como moneda
por la llaga/el signo del mal inscripto sobre el cuerpo ausente.
Y en su precio se abisma
como quien es su propio sostén y al dormirse se lo quita y no cae
porque no hay profundidad en la moneda
en la cual el fondo permanece en la orilla,
y carece de peso
la equivalencia,
la multiplicación del signo por el signo
la tachadura el lugar
donde se cruza esa cruz
que no cura ni salda el pecado.
La peste es el pago de una deuda infinita cuyo monto es nada.
( La relación no periódica entre interés y capital
difiere el Juicio Final
que no adviene porque ya tuvo lugar en el principio.)


La peste anónima desfigura y desfonda
vacío su veneno que no se opone a la presencia
porque está vacía
la contingencia opuesta a la necesidad,
que hace a la última oportunidad múltiple cifrada en un número
desierto
como el plural de toda cosa está desierto,
y mata,
la imposibilidad de analogía
entre el mal conocido y el mal por conocer.

Peste el dinero que no es una equivalencia lógica.
Peste lo falso que liga al precio con el valor
la derrota que no se contabiliza en el producto,
el desgaste en que prospera la muerte.

El mal estrábico ausente en todas partes,
( si se abren los ojos, tal vez no se vuelvan a cerrar )
nos persigue puerta a puerta con sus dos pies de sexo opuesto,
nos acosa, nos muerde y deletrea
uno por uno
sin equivocarse de odio
su espejo.



Atados a un latido
los enfermos le pegan martillazos a la piedra
para que recuerde.




Rige la muerte cuando la moneda rige
la diferencia entre ser y pensar,
y se piensa la moneda
porque la moneda es lo que debe ser pensado.
El destino no está escrito en la mano,
la mano misma es el destino,
y no hay certeza para nadie
que ese animal distante la mano
aún sea yo


En este lugar donde se ha matado tanto pocas veces se ha visto un muerto.
Por eso acuden multitudes al espectáculo del cadáver
Han pasado hordas sucesivas, todos hemos matado,
y sin embargo, ver un muerto tendido, paralelo, es una rareza.
Hay enormes cementerios donde están inciertos,
es más probable
que aparezcan adentro de un pan o en las cañerías de agua.
Un muerto es algo insoluble que sigue flotando boca arriba
a quemarropa.
Como las mujeres del Sur que al quedarse solas en los campos
se llenan de piedras la vagina para no ser violadas por extraños,
ante un muerto verdadero,
cerramos la casa,
cerramos la calle, la ciudad,
emigramos a otra tierra
pero volvemos.

Cuando algo se ha abierto en el fondo, ya no sutura,
ha entrado aire, y se gangrena, ha entrado cielo
y los bordes de la herida se repelen
como cargas eléctricas de signo opuesto.

La Peste multiplica los signos y eso es la Peste.
-Aquel que a medianoche ve un arcoiris, sabe que su vida está terminada.
-Si habiendo comido se sigue teniendo hambre se morirá pronto.
-Quien ve en el agua el reflejo de su cuerpo sin cabeza, no vivirá.
-Cuando alguien, al bañarse, deja el agua teñida de amarillo, morirá en un mes.
-Si el avaro se vuelve generoso, o el generoso avaro, ambos tienen un pie en la tumba.
-Aquellos que sienten apetencia por lo dulce, son más propensos al contagio.
Porque el azúcar es un anti-pan, un alimento sin moral.
-Si alguno, estando enfermo, sueña que lleva dos vasos de agua en las manos
sin derramar una gota, debe saber que ya está muerto.


Si se descree de lo real ya no se sueña.


De pie, a lo alto, en los zapatos vacíos,
sin cabeza en la cabeza,
llena de moscas la sangre dibujada.
Es un vaso para el agua que no vuelve,
el hombre,
que no puede huir de la semilla.


En mi país los mares son de tierra.
Allí se come un pan hecho de dientes
en tiempos de sequía,
cuando ahoga saber el agua de memoria
y es necesario
mirar desesperadamente para que nos nazcan ojos
y nos duela
en este mapa
ver al mundo tratando de parecerse a su dibujo.
Esta lugar,
una puerta abierta a cuatro lados
donde la arena habla con su número
de hombre a hombre.
En los años de sequía
yo bautizo
a esta patria que existe solo en los huesos
y le doy un nombre sin salida.


A mediodía y en su axila más árida,
yo lo bautizo,
con esta piedra
que fue agua del diluvio.

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